Revolução dos Cravos Revolución de los Claveles, Portugal, 1974

Personas celebrando en un carro de combate en Lisboa durante la Revolución de los Claveles, Portugal, 1974. Fuente: Wikimedia Commons

“¡Grândola, villa morena, tierra de fraternidad! El pueblo es quien más manda dentro de ti, ciudad. En cada esquina hay un amigo; en cada rostro, igualdad.” – Grândola, Vila Morena, de José Afonso.

Desde las canciones bíblicas de los esclavos negros fugitivos en el siglo XIX, como “Follow the Drinkin’ Gourd”, o “O Canaan”, que servían de mapa y consigna en el Ferrocarril Clandestino hacia la libertad de los Estados abolicionistas de los Estados Unidos, pasando por canciones populares alemanas o francesas contra los nazis o las coreadas en las protestas antiapartheid (como “Strange Fruit”, de Billy Holiday), antirracistas (“What’s Going On?”, de Marvin Gaye) o pacifistas (“99 Globos”, de Nena, o “Merry Christmas”, de John Lennon), y el rockero chino Cui Jian (que canta “A Piece Of Red Cloth” con una venda roja sobre los ojos), hasta “Grândola, Villa Morena” y “Depois do adéus” (Tras la despedida), las dos canciones que fueron el pistoletazo inicial de la Revolución del 15 de abril de 1974, que bien podría haber pasado a la historia como la Revolución en clave de sol, y no solo de los claveles.

¿Cómo evaluar, medio siglo después, el efecto político y social de canciones que pusieron en pie al Ejército y al pueblo de Portugal? ¿Fue su poder de convocatoria o su mensaje de denuncia los que provocaron una reacción a la que nadie pudo sustraerse?

Las canciones portuguesas que fueron detonante y símbolo de la Revolución de los Claveles tienen en común elementos con las canciones de la Resistencia, la lucha contra el apartheid y la esclavitud: una melodía sencilla y popular, pero muy pegadiza; una letra basada en un poema con tema universal, intemporal y apolítico (amor desgraciado, paraíso perdido, sueño de infancia), y hasta bíblico.

Al captar la imaginación popular, esas canciones que surgieron como himnos religiosos o baladas se transformaron en mensajes secretos, consignas incendiarias y armas de propaganda: quienes las coreaban, aunque solo tararearan la melodía, se exponían a ser encarcelados. Tal es el poder de una canción, o un simple estribillo, para movilizar a masas indefensas y enfrentarlas contra ejércitos armados… o hacer que un ejército rinda las armas ante su pueblo.

Del fado a la canción contestataria: la agonía de una dictadura

La Revolución de Abril no empezó como algo espontáneo, con protestas populares que tomaron por sorpresa a la dictadura y, en pocos días, cobraron fuerza hasta arrollarla. Pese al descontento cada vez más evidente del pueblo, fue un alzamiento militar contra la cúpula de la dictadura, minuciosamente planeado durante meses.

Tras la caída accidental del dictador António de Oliveira Salazar en agosto de 1968, que lo dejó incapacitado hasta su muerte, el liderazgo del “Estado Nuevo” nacional-católico corporativista que había creado y dirigía con mano de hierro desde 1933 pasó a manos de Marcello Caetano, profesor agnóstico de Derecho de la Universidad de Lisboa: una solución de compromiso para prolongar en esencia el sistema de control y censura (con “fado, fútbol y Fátima”, la peculiar receta salazarista), bajo una apariencia de posible reforma gradual y apertura hacia la libertad, vistos los antecedentes académicos y el talante moderado de Caetano.

Esperanza vana: el recién elegido Presidente del Consejo de Ministros se mantuvo ajeno tanto al estallido de las guerras coloniales en pro de la independencia en Angola y, poco después, en Guinea y Mozambique, como al huracán desencadenado por la revuelta estudiantil del Mayo de 1968 que, partiendo de París, barría Europa al ritmo de canciones como “À tout casser”, de Johnny Hallyday, o “La Cavalerie”, de Julien Clerc.

Pese a algunos indicios prometedores, como el hecho de que justo después de haber entrado en funciones Caetano permitió el retorno de exiliados ilustres como el socialista Mário Soares o el obispo de Oporto, Ferreira Gomez, el país siguió sumido en un atraso anclado en el aislamiento del resto de Europa occidental y la pugna feroz por aferrarse a sus colonias de ultramar: faltaban aún seis años para que los claveles de la revolución florecieran en Portugal.

Como intelectual y abogado Caetano sabía que era casi imposible de mantener el equilibrio entre una cerrazón anacrónica que provocaba el rechazo de los jóvenes y gran parte de la población africana de las colonias – excluida del derecho a voto y, por tanto, de la vida política para impulsar la independencia de la metrópoli – y la evolución necesaria para integrarse en una Comunidad Económica Europea cada vez más dinámica y abierta. Incapaz de adaptarse a los acontecimientos que se precipitaban y escapaban a su control, Caetano recurrió a la propaganda, a través de la radio y su presencia en el programa “Charlas en familia” emitido por la recién creada televisión portuguesa, para proyectar una imagen cercana al pueblo al abordar temas de actualidad, como las revueltas y el terrorismo en las colonias.

Pero solo eran cambios en apariencia que no afectaban a la esencia rígida e inmutable del salazarismo, y ya no bastaban para suprimir un descontento generalizado: la oposición se estaba organizando, con el abogado reformista Sá Carneiro al frente del “Ala Liberal” de la Asamblea Parlamentaria. Entretanto, diversos grupos de izquierda oscilaban entre crear un “frente antifascista” a hacer un llamamiento abierto a la lucha armada contra el régimen. El marxista PCP (Partido Comunista Portugués, en el que militaban gran parte de los cantautores de la época) calificó el caetanismo como “Gobierno de dictadura terrorista de los monopolios asociados al imperialismo extranjero y los latifundios, del que solo cabe esperar cambios cosméticos: hay que incrementar la movilización de estudiantes y obreros”.

Consciente del descontento creciente entre estudiantes, trabajadores y militares, Caetano amplió el derecho de voto de las mujeres y convocó elecciones hacia finales de 1969 en la que, por primera vez, podían participar listas de candidatos de la oposición: la primera tarea de la nueva Asamblea General sería revisar la Constitución, mientras Sá Carneiro preparaba un proyecto de ley para poner fin a la censura oficial al que Caetano se opuso una y otra vez, tratando de ganar tiempo hasta las elecciones presidenciales de 1972 a las que él mismo pensaba presentarse, para colocar a uno de sus afines al frente del Consejo y dejar que fuera él quien emprendiera el peliagudo proceso de las reformas.

Demasiado poco, demasiado tarde: a fuerza de querer conciliar facciones enfrentadas y perpetuar sin apenas concesiones un sistema colonial y caduco incompatible con la nueva realidad en Europa. Caetano no satisfizo a nadie, ni advirtió que su aliado tradicional, el Ejército, se iba distanciando rápidamente de él.

Tal como lo describió el director de los servicios de inteligencia, Pedro Feytor Pinto, en 1974, el año de la Revolución:

“Marcelo Caetano es un jurista que respeta… la Constitución, y ésta dice que el territorio nacional es inalienable e innegociable. Para él, es una línea roja… Mantendrá esa postura hasta el fin, y por eso morirá de pie.”

Para cuando Caetano cedió por fin a la presión internacional para que negociara con Guinea, en marzo de ese año, los mandos responsables del alzamiento militar habían tomado la decisión por él, a sus espaldas. Primero hubo un conato de sublevación del regimiento de infantería de Caldas da Rainha, a 85 kilómetros de Lisboa, el 16 de marzo, instigado por un grupo de capitanes, que fracasó, pero demostró que un alzamiento general era prácticamente inminente.

Un mes después, las piezas militares del ajedrez ya estaban desplegadas, esta vez sin margen de error, con el general António de Spínola al frente, y su plan funcionó al milímetro, desde el desplazamiento de tropas hasta la ocupación de instalaciones e infraestructuras estratégicas, las consignas… y las canciones elegidas deliberadamente para transmitir órdenes encubiertas a los sublevados.

Así, a las 22:55 del 24 de abril de 1974, el periodista João Paulo Diniz emitió, en Rádio Amissores Associados de Lisboa, la canción “E Depois do Adeus (con música de Paulo de Carvalho, que en los años sesenta había sido batería del grupo de rock Os Sheiks) y José Calvário), primera de las dos claves musicales acordadas por el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) para sublevarse.

 

Hora y media después, a las 00:20, el programa cultural “Límite” de la emisora católica Rádio Renascença emitió “Grândola, Vila Morena” (de José “Zeca” Afonso, inspirado en la biblioteca revolucionaria de esa localidad cerca de Setúbal): fue la segunda de las claves convenidas para que los sublevados ocuparan los puntos estratégicos en todo el país.

Esta segunda canción era un órdago abierto a la dictadura: estaba prohibido emitirla, cantarla o hasta tararear su melodía, por invocar conceptos “comunistas” tales como pueblo, igualdad o fraternidad:

Grândola, Vila Morena / Terra da fraternidade / O povo é que mais ordena / Dentro de ti, ó cidade. Em cada esquina um amigo / Em cada rosto igualdade / Grândola, Vila Morena / Terra da fraternidade / À sombra duma azinheira / Que já nao sabia a idade  / Jurei ter por companheira / Grândola a tua vontade

 

Afonso había compuesto “Grândola, Vila Morena” para la Sociedad Musical Fraternidad Obrera de esa localidad, donde había actuado el 17 de mayo de 1964 (10 años antes de la Revolución) y conocido al virtuoso de la guitarra Carlos Paredes.

Afonso llevaba años en el punto de mira de la dictadura por haber compuesto otras canciones contestatarias, entre ellas “Menina dos olhos tristes”, “A norte saiu à rua” o “Venham mais cinco”; para escapar a la censura, grabó “Grândola” en la localidad francesa de Hérouville, entre el 11 de octubre y el 4 de noviembre de 1971, con arreglos y bajo la dirección de José Mário Branco, dentro del álbum “Cantigas de Maio”.

Amália Rodrigues también había cantado “Grândola, Vila Morena” en el Coliseo lisboeta solo un mes antes de la Revolución de los Claveles: entre el público que la escuchaba se encontraban presentes miembros de la MFA que preparaban el golpe contra la dictadura: uno de ellos, cerebro de la operación, el mayor Otelo Nuno Saraiva de Carvalho, había elegido personalmente “Grândola” (tras descartar “Venham mais cinco”, “Choca esos cinco”) como señal secreta para iniciar la Revolución,  junto con el capitán Costa Martins.

Tres horas y media después de que “Grândola” sonara por la radio, a las cuatro de la madrugada del 25 de abril el director de los servicios de inteligencia, Feytor Pinto, despertó por los timbrazos de un teléfono que no paraba de sonar: el presidente de la emisora nacional le avisaba de que la emisora estaba ocupada por tropas y la revolución había empezado. Pinto ordenó que todos los diarios vespertinos, entre ellos el Diario de Lisboa, publicasen todo lo que averiguasen directamente, sin pasar por la censura.

Con todas las estructuras clave bajo el control de los sublevados, la población saliendo a la calle y el caos cundiendo en el Gobierno, Caetano, refugiado con sus adláteres en las ruinas del antiguo convento gótico del Carmelo, comprendió que había perdido el control, y solo un traspaso más o menos ordenado de poderes y, sobre todo, la rendición inmediata, evitaría una escalada de violencia con el consiguiente derramamiento de sangre.

Ironía del destino, el civil Caetano, heredero del régimen protofascista de Salazar, abandonó al fin el convento tras firmar la rendición dentro de un vehículo blindado militar para el transporte de tropas, escoltado por soldados que los escoltaron hasta el cuartel de Pontinha donde ofrecieron al Presidente depuesto güisqui y galletitas. El resto, como suele decirse, es Historia…

Muy poco después, Amália Rodrigues grabó “Grândola” como sencillo junto con otra canción revolucionaria en el reverso: “Meu amor é marinheiro”.

Otras canciones que también pasaron a formar el “álbum de la Revolución de Abril” fueron “Liberdade”, de Sérgio Godinho, “Tourada”, de Fernando Tordo, FMI (José Mário Branco), el “Himno de la Confederación” (del G.A.C./Grupo de Acción Cultural).

Pese al mensaje de optimismo, renovación y concordia en esas canciones que marcaron el antes, durante y después de la Revolución de los Claveles, el derrocamiento en solo dos días de una dictadura que ya duraba 48 años, y que dio la vuelta al mundo con imágenes de estudiantes vitoreando a soldados cuyas armas exhibían un clavel en el ánima, no terminó tan pacíficamente como había comenzado: hubo que lamentar cinco fallecidos, uno de ellos miembro de la Dirección General de Seguridad y los otros cuatro civiles, entre ellos uno de 17 años y otro de 20 años, abatidos por disparos de la PIDE (la Policía Internacional y de Defensa del Estado, principal órgano de represión del salazarismo, junto con la PVDE o Policía de Vigilancia y Defensa del Estado) a pocos pasos del Cuartel del Convento del Carmelo, en el corazón de la capital, donde la dictadura había muerto la víspera.

La revolución musical portuguesa da la vuelta al mundo

Tras la caída del régimen de Salazar, “Grândola, Vila Morena” se convirtió en el himno de la Revolución, y se hicieron varias versiones: ese mismo año, Amália Rodrigues la cantó. Después, el grupo de rock brasileño 365 grabó otra versión titulada “Vila Morena”. En España, el grupo sevillano de punk Los Reincidentes grabó una versión metalera. La fadista portuguesa Dulce Pontes también la incluyó en su disco “Peregrinaçao”.

Estas y otras canciones de protesta portuguesas se inspiraron (o inspiraron a su vez) de cantautores extranjeros de izquierdas, muchos de ellos perseguidos, exiliados, torturados o asesinados por el carácter comprometido y militante de sus letras: entre ellos, cabe citar al brasileño Chico Buarque, con “Tanto Mar”, a cantantes o grupos chilenos como Víctor Jara, Yorka, Violeta Parra o los grupos Tesis y Quilapayún; en Uruguay, a Héctor Numa o Alfredo Zitarrosa; en Argentina, a Mercedes Sosa (“Triunfo agrario”) o a Atahualpa Yupanqui; en Cuba, a Silvio Rodríguez (“Debajo del cañón”) o a Vicente Feliú; y en Paraguay, Ricardo Flecha (que canta en español y guaraní). Francisco Alvarenga, Herminio Giménez, o los grupos Cantamérica o Sembrador.

Pero es “Grândola, Vila Morena”, símbolo de la lucha obrera, de la resistencia al fascismo salazarista y, por fin, de la Revolución que puso fin al mismo, la canción que ha mantenido hasta hoy su importancia simbólica: en las protestas de septiembre de 2012 contra el plan de austeridad del Gobierno de Passos Coelho, la gente salió a la calle coreando esa canción, algo que también hicieron en el mismísimo Parlamento portugués afiliados al movimiento Que se lixe a Troika (A la basura con la Troika) desde las gradas reservadas al público.

La canción dio el salto a nuestro país cuando miembros del movimiento 15-M la cantaron durante sus protestas; también lo hizo el cantante Luis Pastor, amigo de Afonso, y el 18 de abril de 2018, políticos del PDeCAT y de Esquerra Republicana de Catalunya dijeron adiós al Presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, cantando esta canción después de que él pronunciara un discurso ante las dos Cámaras del Parlamento.

Bibliografía

Este artículo corresponde al VI Concurso de Microensayo Histórico Desperta Ferro. La documentación, veracidad y originalidad del artículo son responsabilidad única de su autor.

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